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viernes, 28 de septiembre de 2012

Ella



Se llama Ella. Es de ayer, de hoy y de siempre.
Es una mujer que está aquí en la realidad palpable.
Tiene los ojos llenos de luz de tanto mirar estrellas en la noche.
Y la mirada limpia capaz de hacerme sentir bien en la vida.
Es firme y dulce su voz. Tiene el rostro suave por el sol y la brisa.
Cubre su cabeza una cascada de rayos oscuros.
Lleva ropa natural, de colores claros que la hacen brillar.
Calza sus pies ligeras sandalias que dejan ver su andar firme y sereno.
Le gusta la soledad, pero le encanta la compañía de grandes y pequeños.
La llaman sencillamente: ¡Ella!

La gente que la conoce la sigue y se maravilla de sus palabras
y de sus gestos de ternura.
Ha ido a la escuela de la vida, de la tierra olvidada, sin grandes nombres.
Camina de lugar en lugar, de persona en persona tratando de conocer su alma.
Y dicen que en la noche se adentra en los oscuros caminos para dar luz.
Dicen que antes que el alba se pone en pie, se va a algún lugar sereno mientras sus ojos esperan al sol que se levante.
Dicen que es limpia, transparente, pura en lo que dice y hace.
Dicen que es verdadera y valiente, original y autentica, cercana
y distante llena de bondad y ternura.
La llaman sencillamente: ¡Ella!

La han visto junto la mar, sentada en la arena y con los pies
acariciados por las olas mientras miraba el horizonte.
La han visto dentro en las rocas para que ella pueda ver mejor
la tierra que se extiende bajo ella.
La han visto sentada en la hierba fresca dejando caer,
uno a uno, sus pensamientos.
La han visto caminar por muchos caminos, viendo la
naturaleza que existe en todo su esplendor y dejando caer semillas al viento.
La han visto conversando en la noche con personas
que buscaban luz y beber de su sabiduría.
Los que la han visto han dicho que no hay nadie parecido a ella.
La llaman sencillamente: ¡Ella!

Y se hace amar. Despierta confianza. Cuestiona. Interroga.
Ante ella uno no se puede quedar indiferente, neutral.
Aquí está y se hace llamada urgente, radical, inquietante.
Aquí está y sigue llamando a seguirla, a abandonarse en ella,
a no volver la cabeza hacia atrás.
Aquí está y desafía, reta, desconcierta, fascina y seduce con su esencia.
Aquí está y deslumbra, asombra, ciega su persona.
Fascina sus inquietudes enérgicas, atrevidas y revolucionarias.
Fascina verla llorar ante los amigos, atrae, libera, te toca la vida,
te llena de sentido, te derriba cercas.
Tiene mucho que ofrecer.
La llaman sencillamente: ¡Ella!

Seduce y apasiona. Seduce con la verdad de su amor,
con la integridad de sus actos, con la ternura de sus gestos.
Seduce con la sencillez de su vida, con su entrega a los niños,
con su afecto para los mayores, seduce con su compresión a los que sufren.
Seduce con su humildad de corazón, con su serenidad y gozo.
Seduce con su actitud cercana a la persona, amiga de todos,
defensora de las injusticias, liberadora de los que sufren en silencio,
salvadora de los que se pierden.
Seduce desde el silencio, la paz interior, la escucha, la búsqueda,
la palabra callada.
Seduce cuando toca esa fibra que nos hace abrirnos a la experiencia única.
Seduce cuando toca donde antes tocó el miedo,
cuando toca donde antes tocó la inseguridad, la ansiedad y la depresión.
Seduce cuando toca donde antes tocó la tristeza.
Seduce y apasiona.
La llaman sencillamente: ¡Ella!

Sus huellas son huellas de vida. Sus huellas están marcadas
y visibles para todos.
Sus huellas se andan con los pies descalzos, con un corazón amante,
llena de ternura y alegría.
Sus huellas siguen ese camino maravilloso, fascinante y apasionado de la vida.
Seguirla a Ella es tomar parte en su destino.
Tengo en mi ojos la mirada sus huellas, tangibles y visibles.
Tengo en mis oídos sus huellas entrañables, ligeras y perfumadas.
Tengo en mis manos sus huellas generosas, desbordantes y cautivadoras.
Tengo en mis pies sus huellas, en mis pasos, en mis senderos y en mis caminos donde me enseña a andar.
Sus huellas me hacen feliz.
La llaman sencillamente: ¡Ella!