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lunes, 22 de febrero de 2021

El robo de Eva

Su mente empezó a sacar recuerdos de tantos amaneceres que compartieron bajo una manta en el amplio balcón.
Ella con sueño y el con calor.
Sentir ese contacto de piel con piel aún la estremecía.
Una neblina configuraba una luz especial.
Se sentía henchida de felicidad.
En su sentimiento, giro y se introdujo en la habitación.
Víctor! 
Su voz era de premura esperando una contestación.
Y allí se quedó con la boca rajada en una mueca, los ojos en lágrimas y el eco de su nombre por la habitación.
Por unos segundos estuvo llena de esa felicidad y el golpe fue duro.
Jadeaba y su corazón arrancó en taquicardias.
Ya no estaba.
Fue ayer cuando...
Se lo dijo.
No ayer, ya una semana pero los días se habían comprimidos en uno.
Tú eres el ladrón de Eva.
Su cara fue un signo de exclamación en mayúscula. Sabía cuál era su número de móvil, muchas mujeres habían creado un grandísimo grupo de WhatsApp.
La información corria.
Las primeras sufrieron la angustia de estar solas y por la vergüenza, muchas se volvieron locas, otras con heridas físicas para siempre, otras destrozadas psicológicamente pero se habían unido para darle un escarmiento, para que sintiera lo que ellas sentían.
La desesperación, la amargura, el miedo, la ira. La Soledad.
Todavía no se sabía el porqué de sus motivos para actuar, tal vez una infancia destrozada por algún trauma psicológico, hasta que él no dijera nada, era un misterio.
Casi se lo arrancó de los labios y del corazón, sabía que la amaba, que se había enamorado hasta las trancas, pero en el último segundo, sus ojos llenos de amor y de temor se volvieron fríos y temibles, dió media vuelta y se fue.
Ella mordida por la rabia, empezó a juntar sus cosas y lanzarlas por la gran terraza hacia la calle.
Era un décimo piso y la ropa volaba como ángeles de colores antes de estrellarse contra la acera.
Los viandantes se apartaban de las prendas y miraban al cielo preguntándose qué demonios pasaba.