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domingo, 7 de agosto de 2016

El beso de mañana

Estoy aquí.
Al lado de la ventana.
Los visillos cubren, en parte, el paisaje que veo.
Apenas me fijo en lo que mi mirada se posa.
No hay edificios, ni coches, ni personas yendo y viniendo.
Estoy aquí, pensando en ti.
Te has ido.
De esto ya hace dos días, sin ruidos ni palabras.
Habíamos hecho el amor al amanecer, y te pedí que me besaras.
Tus palabras aún golpean mis sienes, aún enigmáticas y machaconas.
El beso te lo daré mañana.
Y yo me reí, juguetona, buscando tus labios para robarte el beso negado pero tú te zafaste.
Eres más fuerte que yo.
Y me lo repetiste.
El beso, mañana.
Con un enfado fingido, me di la media vuelta y me dormí.
Estaba relajada y feliz de tus abrazos y tus caricias, de tu cuerpo y de nuestros éxtasis.
Oí en mi somnolencia la ducha y el trajín de tu ropa.
Y después silencio.
Me duele tu silencio y tu beso de mañana.
Tu móvil ya no suena, ya no contestas.
Y en mi cerebro duele cada neurona preguntándose que pasó, que hice para que de repente esto.
Repaso nuestras fotos, el wassap y hasta el correo.
Y nada, nada de un beso de mañana.
He puesto una silla en esta ventana, la que da a la calle por donde vienes.
No se cuantas mañanas estaré.
Tal vez una o mil.
Mi mano acaricia mis labios, sintiendo ese beso de mañana.

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