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martes, 9 de agosto de 2016

El pequeño.

Sólo tenía que cruzar una calle vecinal y ya se podía internarse en el bosque.
Ventaja de vivir en un pueblo de montaña.
Anoche tuvo un sueño.
Hadas y duendes le rodeaban y le hablaban.
Apenas entendió que le decían con sus diminutas voces, más bien parecía música coral.
No tuvo miedo, ya no tiene miedo a su edad.
Ese miedo se ha vuelto curiosidad por explorar su entorno.
Y dónde se puede encontrar hadas y duendes? Pues en un bosque!!!
Jajajaja
Y pensándolo mejor, existen?
Que más da! La aventura es la aventura!
Habría ido más temprano, pero no quería que su madre le persiguiera por el linde gritando el desayuno.
Así que, no había tenido más remedio que desayunar deprisa, recoger la mesa y decir a su mami un me voy a jugar, apenas gritado para que su madre lo oyese.
Todavía se sentía el frescor del rocío del amanecer, y empapaban sus pies los pocos matorrales que crecían en la semipenumbra del lugar, los que el ardiente sol tocaba, simplemente morían.
Corría y corría, su respiración ya era jadeante.
Ni tan siquiera sabía dónde iban, era feliz con el aire en su pelo y la tierra suelta bajo sus pies.
Sonreía y sus ojos eran dos chispones de felicidad.
Un sonido detuvo su carrera.
Paró y escuchó.
A su izquierda vio un gran árbol, recto y alto, con grandes ramas que aullaban con el viento.
Se acercó puso una mano en su tronco y sentía que vibraba.
Estáis aquí?
Y al pronto, una luz empezó a abrirse.
Su mundo ya no era su mundo.
Él mismo era ese duende soñado.

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