Ser gaviota al
viento, cruzando los mares.
Ser cóndor que
sube dejando en los aires caminos de estelas, al caer la tarde.
Quiero ser, y
siento que tu amor me atrae, como al sol, la flor y al torrente, el cauce.
Déjame volar
vuelos de amor, Vida, en tu corazón de amor firme y suave.
Déjame
aprender se amor que nace en el Manantial donde tus labios se placen.
Déjame tus
alas, que tu amor me sabe al Amor de los Amores, donde el fuego arde.
Déjame ser
libre, y en amor gastarme.
Eres flor de
primavera que alegra junto al camino el paso de cada hombre en busca de su
destino.
Eres flor que
llama al fruto sabroso, como el racimo estrujado en el lagar y en copa de oro
bebido.
Eres, Vida, la
Hija de los amores que sabe a miel; Hija de mis entrañas, de la raza humana y
del corazón divino de un amor que dio tanto y que se entregó en mil pasiones.
Eres, Vida, en
la noche, luz de amor henchido por el fuego abrasador de mil cantares, en llama
encendida.
Deja en mis
manos tu flor; y en mi cielo deja el cariño de tu beso que sabe a caricia en mi
corazón prendido.
Deja caer en
mi vida una gota de rocío; un copo de nieve blanco y un canto de pajarillo.
Deja caer en
mis ojos la sonrisa de tus labios; y en el fondo de mi alma déjame sentir tu
abrazo.
Quiero ser
feliz, Vida, hasta en el dolor del llanto; ser feliz de corazón, como un niño
en tus brazos.
Cubre mi
rostro de besos, y que tu paz, como un río, llene mi alma de luz y cante feliz
contigo.
Quiero
quererte, Vida, con el corazón que se abre como un arco de colores.
Tú me enseñaste
a hacer caminos, caminando los senderos de la vida; las huellas mías y tuyas a
mi lado.
Eres Aurora de
un nuevo amanecer; eres Aurora que presagia el nuevo día donde yo ya no
caminaré más sola, sino lado a lado hechas una sola.
Rompe la
noche, despierta el alba, ven de prisa, ven, Mi Vida, que a tu paso yo llego
ligera y me acerco para que tus sueños vivan.
Como el sol,
cada mañana, en tus ojos la luz llega y me deslumbra su pureza.
Eres el amor
de mi vida, por ti lucho cada día.
Te quiero.
(Texto original de Emilio L. Mazariegos, Esos tus ojos)