Ya hace días que no sé qué es ser una mujer. Se va
volatilizando en mí aquellas miradas coquetas frente al espejo, iniciar un
ritual de embellecimiento del cuerpo y del alma, hacer lo cotidiano en
extraordinario, salir aunque fuese a por el pan, en algo que se debe contemplar
hermoso.
Mi piel ya pierde el recuerdo de la crema untosa
para hacerla miel de caricias y sensibilidad… envolverme en un abrigo de pompas
de jabón deleitándome con su penetrante aroma… seducirme a mi misma en caricias
de frescor, haciendo correr por mi piel, sin prisas, el agua caliente y resbaladiza
de sensaciones increíble.
Sentir el secador placido como una brisa caliente
estival que seca poco a poco ese pelo negro suave y perfumado.
Dónde quedo esa sensación de caricias en mis
piernas de esas medias, entrando por los dedos de los pies, suaves como la seda
y calzar esos tacones que sientan tan bien.
La caricia de la ropa recién sacada del armario
que huele a limpia, ese ritual de vestirse amorosamente, que hace que la mirada
se vuelva sensual al contacto con la piel vestida de ropa interior especial
para seducir y dejarse seducir.
Quedaron en el neceser esa crema que hace que
brille mi cara de juventud y lozanía, sintiendo como se relaja y respira esa
piel que mi abuela me dio como un esplendido regalo de su ser.
No sé dónde está ese lápiz negro, que marca mi
mirada sublime, encantando a todos con mi mirada directa y seductora.
No sé dónde está ese color para mis labios, no se
ya como sabe ese lápiz labial que hace que mis labios sean tan jugosos y
deseosos de besar.
No sé dónde está ese color para mis uñas pintándolas con todo el cuidado y que dure un día
más.
Ponerme esas joyas que adornan con sencillez mi
cuerpo y mis manos proteger con esa crema dejándolas suaves con ganas de sentir
esa piel suave y sin maculas.
Apenas en mis recuerdos siento la satisfacción de
completar ese ritual que me hace sentir más mujer, mas femenina, mas yo.
Ya no me siento mujer.
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