Me cruje tus labios al besarte,
vicio oculto de mis noches.
No puedo soportar la cordura de
no verte a cada momento en mis retinas.
Me limito a pensarte y a disfrutarte
en mi mente porque la distancia manda.
Sonoridad inconfundible de tonos
de piel rozando otra piel.
Tu piel.
Eres lo inesperado de una vida
que lucha por la coherencia.
Colores de alcoba sembrados de
pequeñas luces de gemidos entrecortados.
Somos un relato de lo inesperado,
de lo improvisado.
Si te duele mi sinceridad
no me pidas opinión nunca.
Malaventura de dos vidas
chocando en el cosmos de una cama.
Nuestras heridas existían antes que nosotros,
en el limbo de los llantos.
Metafísica del yo, metafísica del tú,
fusión en nosotros.
Ingravidez de almas gemelas
que no se han realizado por el universo.
Eres mi experimento favorito
dónde vuela la muerte y hago vida.
Memoria del paraíso que me recuerda
infinidad de segundos
aparcados en las neuronas del placer.
Soles y lunas bailando para y en nosotros porque somos dioses en un mundo de ateos
de los que no aman ni son amados.
Rienda suelta a los sentimientos
que la vida y un día pasan pronto.
El abismo de cicatrices cardinales
entre los pliegues de la ciudad
prohibida de tú cuerpo
amansa la fiera que hay escondida en mí,
me subyuga siendo solo latido,
debatiéndose entre los sentidos,
prefiero sentir el tacto antes que la visión
de tus besos en mi cuello,
buscando la palpitación de sangre
fluyendo por mi ser.
Eres mi principio y mi final,
mi amén y mi nunca.
Eres la locura y la cordura
que hacen que mi cabeza ya vuele lejos
y gane altura.
Despegue al infinito y al infierno
de saber que me quieres.
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