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lunes, 28 de mayo de 2012

Inexorable... mente. Primera parte.

Inexorablemente van cayendo ese tiempo que, como un dictador, va marcando nuestra vida condensándola en esa brevedad que es un segundo.
He mirado atrás, no para entristecerme, sino para ver ese camino que voy haciendo. No dejo de ver esos años que voy dejando atrás y pensando, a veces, en los que me quedan por delante por qué negar lo evidente no es racional.
Tampoco hay que dramatizar sobre la misma existencia, vivámosla tal cual viene, con sus días de luces y días de sombras.
Comentaba a un amigo que me he hecho mayor, no por edad, sino por experiencias vividas. Condensar veinte años en cuatro, se hace bastante indigerible y sobre todo si son tan vividas desde el punto de vista emocional, que es donde más huella queda registrada en nuestra memoria. Son las dos y quince de la madrugada.
Mi insomnio es debido a esas manchas que deja el café cuando es vertido en la leche durante la mañana y al aglutinarse confiere ese color, café con leche, al alma y a la mente. Se me encomendó la tarea de sacar una vida en esta tierra, tan mortal y tan inconsistente, como la llama de una vela que arde y se puede extinguir con un suave soplido cálido y fatídico a la vez, y de momento puedo decir que la balanza de ganancias ha empezando su inexorable caída, dando la razón a la perseverancia y a la batalla por conseguir el objetivo de priorizar la felicidad junto con una vida material. Ese precario equilibrio que supone ponerse entre la comodidad y el pensamiento nómada de nuestra impronta pasajera que al igual que se queda en la arena de los tiempos, acaba desapareciendo ante la fuerza del viento de hechos que a cada instante sucede y, a la voracidad de ese mar con su espuma, que se desvive en borrar todo signo de violación de la superficie impoluta de su orilla.
En estas horas, en las cuales el alma se impone y empieza la maquinaria espiritual, transciende en su magnificencia, saliendo, por un breve margen de tiempo, de su profundidad oscurecida por el salvaje ahogamiento de la parte de una que no quiere dar a conocer debido a la ignorancia, en la mayoría de casos, que arremeten como lobos feroces contra una organización en que se valora más lo negativo que lo positivo. Yo defiendo mis hechos no la imagen de una institución bastante caduca y con poco margen de actualización. El mundo espiritual, confundido con otras prácticas piadosas, poco o nada tiene que ver con lo de siempre conocido. Harta de prejuicios concebidos por mentes ignorantes, decidí cambiar mi estilo de vida. Echar un cerrojo donde no se pudiese descubrir un pasado nada vergonzoso y si luminoso como la luz que atraviesa un cristal y con él el calor de un gozo inmenso.

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