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martes, 11 de octubre de 2016

Ella

La calle estaba concurrida.
Ni después de llover, la marea humana deja de caminar por las innumerables calles de la ciudad.
Ella iba con sus pensamientos, caminaba deprisa, dudaba de llegar a tiempo, por eso, su paso era largo y apresurado.
No había empezado bien su día.
Roto el paraguas y retenciones, como siempre.
Iba por la avenida, a veces miraba fugazmente los escaparates que ya anunciaba la nueva temporada.
Ella ya iba de otoño y de invierno, bien tapada y bolso grande.
Se cruzó con una masa de gente que la llevó al filo de la acera.
Aquello la contrarió. Se dió la vuelta para averiguar qué motivos había para tanta confluencia de gente.
En unos segundos, un chirrido de frenos la sobresalto y su cabeza se giró, por segunda vez.
Vio un hombre que salía del coche, en medio de una cacofónica de claxones y, sin mediar palabra, fue directamente a ella.
No podía reaccionar, solo el asombro se dibujaba en su cara.
Cuando él llegó, en dos zancadas, a su altura, la miró y de pronto le cogió la cara, y le planto un beso, largo y cálido.
Fuerte y muy masculino.
Ella no supo reaccionar.
Él dejó de besarla, la volvió a mirar, se fue, y se perdió en el tráfico con su coche.
Ya no le importaba nada, ni los pitidos del caos formado, ni de la gente que la miraba, ni llegar tarde.
Sólo sentía ese beso.

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