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martes, 17 de noviembre de 2020

La melancolía


Hoy la melancolía se apropia de mi ser, como un tul que me cae como una mortaja. 
Cada vez la siento más, cuando me doy cuenta de que tener a alguien a mi lado es fundamental para ser como soy. 
No es una dependencia, es una existencia. 
Completar lo incompleto. 
Es increíble estar con alguien a quien no le importa hablar en cualquier momento, después de las obligaciones, de cualquier tema, de chorradas, sin límites de tiempo ni de espacio. 
Cuando alguien te da esas alas y una siente que puede volar sin temor a estrellarse. 
Pero la tristeza viene cuando no se puede y pasa los minutos y las horas insoportablemente. 
Cuando tienes ganas de reír y no tener con quién. 
Cuando sientes que no comparten con una algo importante o simplemente un hola y pasarse tres horas como un suspiro. 
Tener que cortar la conversación por la batería ya frita de tanta cháchara a veces tan vanal pero que deja ese regusto tan sobroso que solo dan ganas de repetir una y otra vez.
Cartas sin sobre y sin destinatario. 
Sin dirección. 
Palabras no dichas que vuelven al limbo del pensamiento en donde nacieron. 
Soy un ser para comunicar, para escuchar. 
Soy de esas clase de persona que se emboba en la física cuántica o en el alma de una persona de 80 años que explica cómo cultivar patatas. 
Soy una esponja que muchas veces no se empapa de conocimientos o de experiencias. 
Seca y mustia, como secada al sol del verano y espera la lluvia que la vuelva a revivir.
Soy manantial, pero también esa presa que atesora vida hasta en lo más mínimo de una mirada dada.

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