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viernes, 30 de junio de 2017

El amanecer bajo las sábanas.


La bruma del amanecer hace que me sienta dentro de un sueño.
El frío, aunque estemos en julio, se cuela por la ventana y aterriza en mi piel erizándola.
Abro un ojo y pierdo la inconsciencia de la noche.
Te veo, dormido como un Apolo, entre mis sabanas.
Poco a poco muevo mi pesado cuerpo y que no quede espacio alguno entre tú y yo.
Siento tu respiración, y miro tus pestañas que cubren tu ojos cegados por los párpados.
Cierro los míos también y no lo puedo evitar.
Me acerco a ciegas y te beso.
Suavemente, para que nos tatuemos el sabor de nuestras bocas.
Y empiezas a despertar, y yo me hago la dormida.
Siento que te has despertado y una mano recorre mi cara.
Abro un ojo y me echó a reír.
Cojo la sábana y me tapo hasta el cuello.
Tirita mi piel ante el frío viento, hasta las cortinas huyen de él.
Él me atrae hacía si.
Uhmmm... Que fuerte! Pienso mientras en nuestras caras aparece las miradas pícaras de inocente amor.
Ahora es él quien me besa y noto en su cuerpo esa locura que se funde al hacer el amor.
Nos tenemos, nos bebemos, nos comemos entre la lujuria y el pecado...
Nos cubrimos con el blanco lienzo, mortaja blanca de pureza sublime que contrasta con la rosada de nuestra piel, la rojez de nuestros labios, la negrura de nuestro ojos.
Arde la piel en ese contacto continuo y excitante de contactos íntimos, de gemidos interminables.
Andamos entre las caricias, en el valle ambarino de nuestro placentero despertar.
Sobre la sombra y el silencio, llega el éxtasis, la catarsis está en la flojedad física y emocional de la saturación amorosa.
Te quiero.
Y bajo las sábanas nos volvimos a amanecer.

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