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miércoles, 2 de agosto de 2017

Gotas en la espalda.


Gotas por mi espalda,
recorriendo la geografía de mi piel.
Pinceladas estremecedoras,
hambrientas de lascivias.

Tensa calor abrasadora,
que crispaba mis nervios.
Dando fuego al cuerpo
y somnolencias al viento.

Relojes parados en el aire turbio
y acalorado de este día sin fin.
Nubes implacables e
inamovibles de un cielo gris.

Miradas hacia las alturas suplicando
la compasión de un dios no visto.
Cuerpos enclavados en la acera buscando el refugio de un bus.

Suspiros de alivio en las frías paredes
de un lugar apartado del infierno.
Y pies arrastrando cuerpos
al son de piernas en calles solitarias.

Llueve compasivamente a la noche,
cuando la oscuridad se llena de luces.
Blanco y azul, silencioso baile entre las nubes
oscuras y cargadas de la promesa.

Alfileres clavados en la tierra sedienta y duraque,
que ya no llora sino duerme.
Testigos de la Naturaleza,
que juega a matar o morir con el humano asesino.

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